La práctica de
Anatheóresis, no deja lugar a dudas con respecto a los contenidos arquetípicos
del bebe en los estadios embrionarios y fetal; nos muestra que estos contenidos
arquetípicos -expresados en una prístina simbología y estructurados con una
sintaxis mitológica- van siendo cada vez menos prístinos a medida que el feto
va conformando su cerebro.
Aunque estas
representaciones mentales del bebe - en su fase intrauterina- son altamente
simbólicas, esto no impide que al realizar regresiones anatheoréticas, un
adulto habitualmente nos de los hechos
concretos que corresponden a las emociones de la que los símbolos – y su
sintaxis mitológica- son expresión.
No hay que olvidar que una de las
facultades del hemisferio cerebral derecho (HCD), es percibir los hechos
concretos, aun cuando luego no pueda expresarlos fonéticamente.
Los primeros meses de
vida intrauterina, el bebe posee una gran facilidad en movilizar la
focalización de su percepción, de manera que puede vivenciar no solo cuanto
ocurre dentro del claustro materno, sino también, cuanto ocurre fuera de él.
Una forma de percepción que denomino percepción extrauterina (PEU) y que
entiendo es vivenciar desde la conciencia global.
Todo evidencia, que
al ser engendrados, poseemos una conciencia con una muy amplia – o ilimitada-
capacidad de elegir puntos de focalización perceptiva, capacidad esta que, poco
a poco, mes a mes, se va reduciendo conforme la percepción global se va
identificando con un cuerpo (se va estructurando en forma de cuerpo físico),
hasta quedar presa, o fundida en él. Perdiendo así, esa amplia capacidad de
percibir desde cualquier ángulo externo o interno.
Una percepción, por otro
lado que, aun procesando los impactos emocionales mediante símbolos y mitos,
toda evidencia recoge, no obstante, la escenografía de los hechos concretos a
que corresponden esas emociones; esto puede comprobarse porque los pacientes
vivencian hechos concretos que luego comprueban que han ocurrido y que no son
recuerdos que les contaron.
Comentamos las
características básicas de nuestros cuatro primeros estadios de percepción
(EP), o sea la evolución de los procesos perceptivos desde el cigoto hasta los
siete a doce años, que es el período en que se estructura toda nuestra topografía de daños, y es a ese periodo en
el que en la Terapia Anatheóresis, hay que acceder para disolver todos esos
daños (IATs y CATs):
EP1:
el primer estadio de percepción corresponde a la fase inicial embrionaria, con
una percepción global, abierta, mandálica, sin yo, en la que predominan las
vivencias arquetípicas primigenias.
Corresponde a un estado altamente onírico
en el que el embrión estaría totalmente abierto a los impulsos de la madre, y
no olvidemos que nuestro cuerpo es la resultante física de los impactos
mentales y emocionales que nos llegan y guardamos.
EP2:
segundo
estadio de percepción, incluye la época de madurez embrionaria y también los
inicios de la época fetal, en la que el cerebro muestra ya una estructura con
circunvalaciones.
Este estadio corresponde a una percepción simbólica ya
estructurada mitológicamente, sigue siendo una percepción sin yo, sin
focalización, abierta a todos los impactos, especialmente a los emotivos
procedentes de la madre, con la que se mantiene, como en el primer estadio, en
una simbiosis total, teniendo en cuenta que simbiosis no significa que el
cerebro del bebe sea el de la madre, sino la existencia ya de dos cerebros,
cada uno de ellos con capacidad para recibir y almacenar información, solo que,
en ese trasvase de información, el sistema nervioso del bebe, sigue siendo
básicamente receptivo con una receptividad subjetiva que globaliza todo impacto
como si el impacto fuera él. Así, el bebe, escribe en su sistema nervioso, en
sus células, en su cuerpo todo, cuanto emotivamente la madre lleva escrito y
cuanto la madre va escribiendo en su mente.
EP3:
el
tercer y último estadio intrauterino de percepción, se inicia entre el cuarto y
sexto mes, momento en que el bebe posee un cerebro totalmente estructurado
neuralmente y momento –ya en el sexto mes- en que el bebe prácticamente podría
sobrevivir si naciera.
En este estadio que –siempre a efectos descriptivos-
podemos extender hasta el nacimiento e, incluso, hasta la época preverbal, la
percepción se caracteriza por los ya indicados altos trenes de ondas theta.
Esta percepción, por lo tanto seguirá siendo altamente analógica, pero en ella
la conciencia muestra ya una notoria focalización.
En este estadio, la
simbología arquetípica comienza a teñirse de connotaciones personales. Así, el
arquetipo del amor puede ser ya, en este estadio, un claro sentimiento de
abandono, de rechazo, si en anteriores estadios el bebe se ha sentido no deseado.
En este tercer
estadio, perfectamente estructurado con ritmos que le distinguen y que pueden
ser enmarcados dentro de la más alta
creatividad analógica y de la más alta emotividad theta.
Este estadio
corresponde ya a una percepción
cortical, pero sin ondas beta operativas y con ondas alfa incipientes, toda
evidencia mantiene una percepción theta altamente receptiva hasta el nacimiento
y, en gran medida, incluso durante la época infantil preverbal.
EP4:
este
estadio de percepción es el que corresponde a la época preadolescente, fase en
que el niño inicia la difícil conquista del ritmo beta.
Es la fase de la
formación del yo, la fase donde el niño ya herido por los IATs (impactos
analógicos traumáticos) intrauterinos, va potenciando los CATs (cúmulos
analógicos traumáticos), que pondrán dolor y enfermedad a su vida,
especialmente en su vida de adulto.
En este estadio,
posee una frecuencia de la actividad eléctrica cerebral que muestra ondas
delta, da una grafía de ondas alfa incipientes
y carece de ondas beta maduras, en tanto que las ondas theta son
predominantes. Naturalmente, esta topografía de ondas cerebrales que procede de
las últimas fases de la vida fetal y que se mantiene, por lo tanto, al
iniciarse el estadio de actividad cerebral preadolescente, se va modificando,
puesto que el niño, en su crecimiento en edad, va madurando y potenciando sus
trenes de ondas beta, estas se muestran totalmente activas, cuando el niño
alcanza de los 7 años a los 12 años, dependiendo de lo más pronta o tardía maduración
de esas mismas ondas beta.
Aquí cabe añadir un
nuevo estadio de percepción, que sería el que corresponde al adulto. A efectos
prácticos en Anatheóresis, incluyo un estadio intermedio entre el que
corresponde al preadolescente y el que corresponde al adulto:
EP5:
estadio
de percepción que corresponde al tiempo que transcurre entre esos 7 a 12 años y los 18 a 21 aproxim., es el lapso de tiempo en que
el adolescente, ya con un ritmo maduro de ondas beta, va da dando estructura
definitiva a su nuevo mundo de vigilia. estadios este en que la personalidad
adquiere sus rasgos definitivos, por lo tanto también el yo termina su estructuración
de acuerdo con los cúmulos analógicos gratificantes (CAGs) y los cúmulos analógicos
traumáticos (CATs) que haya ido acumulando en el transcurso de su paso por
todos los estadios de percepción anteriores.
EP6:
seria
ya la adultez, la estructura mineralizada del yo, la que –estable o inestable-
nos acompañara, en un proceso gradual de fosilización, hasta la muerte, salvo
que, como veremos, se diluyan los CATs que la configuran y sustentan.
La psicología transpersonal y las más
acreditadas teorías científicas actuales, plantean ya el hecho que la
conciencia posee propia identidad, y algunos autores afirman incluso que la
conciencia es lo único Real; de manera que, los distintos estados de conciencia
pasarían a ser simples aspectos de esa sola Realidad.
Una Realidad que nos
trasciende, inaccesible para nosotros como tal Realidad, pero que si podemos
percibir bajo distintos aspectos (que no son la Realidad) según utilicemos
una u otra forma de percepción.
Nuestra cultura de
percepción beta, nos ha llevado al error de creer que la realidad del
hemisferio izquierdo (HCI), es la Realidad, así con mayúsculas. En definitiva,
que las cosas son como las vemos, oímos, gustamos, olemos y sentimos en
vigilia. y vivimos de acuerdo con esa noción de realidad. Por ello no
entendemos la afirmación de que los
sueños son una realidad tan real –o tan poco real- como la realidad de nuestro
mundo de vigilia.
Y nadie comprende tampoco que, esas realidades, todas,
cualquiera sea el estado de conciencia del que provengan, poseen su propio
mundo y sus propias leyes, y todas –de acuerdo con sus leyes- actúan con igual
o parecida fuerza sobre nuestras vidas.
Así, no debemos menospreciar el mundo
de la percepción simbólica, porque esos símbolos, aparte de establecer un
dialogo real y profundo con nosotros, son más impactantes que los acontecimientos
físicamente tangibles del mundo beta.
Los arquetipos, no es
un mundo de imaginaciones vanas, sino que es un mundo cuya imaginería expresa
contenidos muy concretos, sumamente enraizados en nuestra conciencia, que
además, poseen tal carga energética, que condicionan nuestra vida normalmente
con más fuerza que las experiencias provenientes del mundo beta.
De hecho, toda
civilización surge y crece de impulsos de un gran símbolo, en nuestra
civilización cristiana, ha sido básicamente la cruz. Y al igual que otras
civilizaciones se estructuran en torno a
unos muy concretos símbolos, también nuestras vidas son ordenadas
(normalmente más desordenadas que
ordenadas) por los símbolos de nuestras experiencias intrauterinas.
Fuente:
Tratado Teórico-Práctico de Anatheóresis
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